"“No está mal que haya edificios altos en una ciudad, en sitios adecuados y sobre terrenos de dimensiones apropiadas, como tampoco lo está que haya calles arboladas.”
Hace poco fui invitado a una audiencia pública en la Legislatura porteña para exponer acerca de las torres que invaden Villa Pueyrredón, en Buenos Aires.
Los autores de los “emprendimientos” no concurrieron a pesar de haber sido invitados.
Estas fueron algunas intervenciones de los vecinos: “Nosotros elegimos este barrio por las casas bajas, el sol abundante, la tranquilidad. No hay derecho a que nos tapen la luz y arruinen el barrio con esos paredones pegados a nuestras casas.”
“El medio ambiente urbano está incluido en el concepto de medio ambiente, porque es el hábitat del hombre y está científ icamente comprobado que dañar el hábitat de cualquier especie afecta su desarrollo y, en algunos casos, su supervivencia. Toda especie entra en pánico cuando siente amenazado su entorno.”
“Una parra y el canto de los pájaros acompañaron mi niñez en la casa de mi abuelo, que me enseñaba a ver y a escuchar la naturaleza. Un día llegó una topadora y en un momento barrió con todo, ciruelo, huerta, jardín: todo fue a parar a un volquete, sentí que barrieron con mi infancia.”
La infancia es la patria del hombre, recordé al escucharlo. “En lugar del aroma de las plantas, hoy huelo una cloaca rota, que nunca arreglan, del edificio vecino. A eso llaman progreso”, concluyó.
“Si no les gusta, que se vayan a vivir a un country.” “Están en contra del progreso.” Eso argumentan los emprendedores. “Da trabajo” es otro de sus argumentos, cuando en realidad un edificio alto emplea la misma cantidad de obreros que una casa de tres pisos y, además, estos depredadores de barrios no cumplen con las leyes sociales.
El proceso se inicia ofreciendo un precio alto por una casa del barrio. Si, tentado por la oferta, el propietario vende, el pago se hará con mini-departamentos del edificio terminado, considerando el precio de venta que duplica los costos.
Los siguientes propietarios, bloqueados por los paredones, se verán obligados a malvender (a los “emprendedores”, por supuesto) pues nadie querrá esa casa encerrada entre altas paredes. Así funciona el negocio.
La propaganda de venta mencionará las “hermosas vistas hacia jardines” (de los vecinos) y las amenities, pequeñas piletas de natación y un recinto con bicicleta estacionaria que nadie usará. Y de paso, invadirá el terreno natural que es obligatorio mantener en cada manzana, dado que las amenities no se consideran construcción, en una de las tantas “excepciones” al código de edificación que amparan a estos “emprendimientos”, con la complicidad de autoridades municipales.
La foto del edificio en los folletos siempre estará tomada de frente, nunca de costado, y se lo llamará Altos de Palermo Hollywood o algo parecido, con lo que pretenden rebautizar cualquier barrio.
Nuestros barrios tienen cada uno sus olores, sus árboles, su ritmo y su gente. Modificar y homogeneizar todo Buenos Aires con edificios que ni siquiera aportan un valor arquitectónico coherente o elaborado es aniquilar esa diversidad cultural, que es uno de los pilares de la identidad porteña.
La identidad y la diversidad son conceptos complementarios. No está mal que haya edificios altos en una ciudad, en sitios adecuados y sobre terrenos de dimensiones adecuadas, como tampoco lo está que haya calles arboladas donde los vecinos se conocen y hasta salen a conversar en la vereda.
Los vecinos de los barrios aceptan construcciones diferentes, algunas multifamiliares, de hasta tres pisos de altura.
Coherencia no quiere decir uniformidad. En Villa Pueyrredón hay pasajes cortos que desembocan en la Avenida del Carril. Y allí está la clave del lugar de vanguardia que ocupan los vecinos de este barrio.
La suya es una lucha que también se desarrolla en otros barrios, como Villa Urquiza, Caballito y Agronomía.
Es muy interesante comprobar la estrecha relación que existe entre la morfología arquitectónica y la realidad social. Los pasajes fomentan el encuentro entre los vecinos, y ese encuentro, ese conocimiento mutuo, es la materia prima en la lucha por cuidar su espacio colectivo. Los vecinos de Villa Pueyrredón exploraron las normas, se metieron en los edificios en construcción, descubrieron irregularidades, permisos falsos de demolición, visitaron a legisladores, cortaron calles, redactaron informes con fotos, en fin, pasaron al frente para cumplir su objetivo: mantener el espíritu del barrio que eligieron para vivir deteniendo la construcción de torres. Lo están logrando: durante un año de lucha se detuvieron varias obras por diferentes irregularidades.
En Villa Pueyrredón se practica la democracia directa, que se muestra mucho más “democrática” y efectiva que nuestra democracia representativa.
Los vecinos tuvieron éxito, cuando se aprobaron las nuevas reglamentaciones propuestas por ellos para salvar el barrio de la degradación. Y obtuvieron otros logros.
Entre ellos, despertar la conciencia de la población, acostumbrada a aceptar mansamente esos atropellos."
Todos y cada uno de estos conceptos pueden aplicarse hoy a la realidad del polígono de Barracas afectado por la especulación inmobiliaria: Patricios / Iriarte/ Hornos / Caseros / Bolívar.
En 2011 será la pelea definitiva para preservar nuestra identidad y calidad de vida. Que la nueva arquitectura se integre a Barracas en lugar de destruirla.
Dependemos de tu apoyo, SUMATE ACTIVAMENTE A PROTEGER BARRACAS!
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